Y así tranquilito el tema que elijo para comenzar este blog.
El luto de la mano de la Obsidiana Caoba
Llegó el momento de expresar muchas cosas que la vida me fue poniendo en el camino.Hoy puntualmente quiero contarles sobre la que considero mi consagración más grande en el camino espiritual. Quizá empezar con esto es mostrarles que podemos, podemos vivir el dolor sin miedo. Puede ser que esto requiera un poco de entrenamiento, ya que sentir para esta época sigue siendo un desafío. Pero considero que abrir la puerta del dolor es abrir la puerta del amor. Una vez que nos entregamos, así como nos sentimos caer, las fuerzas de la naturaleza nos vuelven a elevar en la misma dimensión.
Cada vez más veo como la vida sabia nos enfrenta a situaciones puntales, a sentir ciertos dolores que son los que nos llevan a revelaciones profundas, a entendimientos que sólo así, caminando por la brazas los entendemos con el cuerpo. Eso es el camino espiritual, abrazar cada emoción sin juzgar, meditar y comprender que todo es generado para nuestro propio despertar, que no somos separados de nadie y que nada puede ser evitado cuando así tenía que ser.
A mí me tocó hace un poco más de dos años, la interrupción de un embarazo de 6 meses. Me tocó vivir la muerte en el medio de la más grande maravilla de la vida, la marvilla de crear a un ser en tu útero. En ese momento en el que me veía espléndida, rebozante de alegría, ahí mi hijo decidía que ya había sido suficiente. Inexplicable, demoledor, doloroso, y así mismo con una potencia amorosa indescriptible.
Desde los primeros minutos de la noticia, convertirme en una cascada incontenible de agua, desdbordando por todos lados, sintendo el dolor emocional de despedir a un hijo. Vinieron los dolores mentales de las exepctativas que se diluyen, de los sueños que ya no serán, de las ilusiones de otres que alguna parte tuya también quiere contener para complacer, porque así nos enseñaron a dejar cómodo a los otros. Por suerte, con un destello de Lucidez pude entender que ahí era yo la que tenía que sobrevir, y la única manera posible era estar ahi sintiendo todo y entregarme a lo que era. Y ahí vinieron los dolores físicos que se intensificaban cuando la mente arrasaba con las ideas de lo que podría haber sido. Agradezco esa inteligencia más grande que me sacaba de la mente y me decía que no la escuche, que allí ningún papel cumplía. Poder llorarlo todo fue mi salvación, mi más grande regalo.
Cuantos años llorando encerrada, sin saber cómo emocionarme, encapsulada en una sociedad que apuntaba al debil, a quien expresaba su sensibilidad. Gracias a la tierra y a todos mis guias que me llevaron anticipadamente por un camino de flores, para aprender a ser suave, a ser sostenida, a entender que no iba a poder con todo. Y así pude entre tanto dolor entregarme a lo que era, a agradecer, poder llorarlo todo y a dejarme sostener por la increible red de amor que estaba ahí conmigo, y principlamente al amor de mi hijo que sabía que podíamos con eso.
La obsidiana caoba llega en este momento a mostrarme que este luto es una de mis mayores creaciones. Yo renací como madre y también como guardiana de muerte, sabiendo y de verdad entendiendo que nada muere, que esa energía vuelve a ser parte del todo. Cuando uno se entrega a la muerte, despierta en su porpia esencia, cuando logramos que la mente también muera junto al dolor que sentimos, podemos entender que SOMOS.
Escribo esto en momento de solsticio, cuando damos vuelta la rueda y pasamos por la noche más larga en el hesmisferio sur. Mi noche oscura del alma fue ese renacimiento, en donde no entendés si hay salida, pero que si te abrís al amor, es una energía tan fuerte que te abraza con ganas para que sigas caminando con firmeza.
La obsidiana caoba estos dias apareció para recordarme mi fuerza, en vez de traerme la herida, me trae la potencia, la intensidad de la destrucción y al mismo tiempo la potencia de la creación que surge si nos entregamos al más grande desapego del ego. El rojo de la esta obsidiana me enciende la vitalidad de disfrutar esta vida, de sentirme sana, creadora de una realidad próspera y potente.
Somos muchas mujeres y hombres que pasamos por despedidas de hijos, quizá dichas, quizá guardadas en el corazón aún con dolor. Sólo desde mi lugar espero que reconozcan la grandeza de pasar por esa puerta y saber que en todo el recorrido esos ángeles siguen con nosotros.